El 16 de junio de 1955, aviones de la Armada Argentina y la Fuerza Aérea atacaron la ciudad de Buenos Aires con el objetivo de derrocar al presidente Juan Domingo Perón. El saldo fue de 309 muertos y más de 1.200 heridos.

El objetivo fue asesinar al presidente Perón.

Los sublevados utilizaron 9.500 kg de bombas y ametrallaron civiles.

Las bombas impactaron en la Plaza de Mayo, la Casa Rosada, la sede de la CGT y otras zonas céntricas.

Preparación y antecedentes del intento de derrocamiento

El plan, ideado el 10 de junio de 1955, consistía en asesinar a Perón con un bombardeo masivo.

El propósito era instaurar un triunvirato compuesto por Miguel Ángel Zavala Ortiz, Américo Ghioldi y Adolfo Vicchi.
 
El ataque hora por hora

A las 12.40 fue el minuto cero de los bombardeos. Uno de los primeros proyectiles impactó en la cocina del primer piso de la Casa Rosada. 

Una de las primeras bombas cayó sobre un trolebús en Paseo Colón e Hipólito Yrigoyen y mató a 65 personas. 

En el ataque murieron trabajadores, transeúntes, empleados públicos y un número incierto de víctimas cuyos cadáveres no lograron identificarse, como consecuencia de las mutilaciones y carbonización causadas por las deflagraciones.

La magnitud del ataque dejó edificios destruidos, autos incendiados y calles cubiertas de cadáveres. Todo terminó a las 17.20 horas.

Alertado por su equipo de custodia sobre el bombardeo, Perón se retiró al Edificio Libertador.

Allí el presidente se dirigió a la población por Radio Nacional: "La situación está totalmente dominada", “La Historia no perdonará jamás semejante sacrilegio”.

 

Había comenzado la cuenta regresiva para la caída de Perón. En septiembre, Eduardo Lonardi y el almirante Rojas consumaron el golpe y comenzó el exilio del líder justicialista, con proscripción del partido mayoritario de la Argentina.

Sin embargo, pocos minutos después, un último avión realizó un vuelo rasante y ametralló a la multitud antes de escapar a Uruguay.

Entre los líderes del plan figuraban los oficiales Jorge Alfredo Bassi, Francisco Manrique, Antonio Rivolta, Néstor Noriega y Eduardo Lonardi.

Allí, los criminales sublevados fueron celebrados con honores y recibieron protección.